miércoles, 6 de abril de 2011

DE EVOLUCIÓN Y ESAS COSAS...








A riesgo de que muchos me manden a freír espárragos si llegan a leer estas líneas, y que incluso bastantes más me acusen de herejía contra Darwin, voy a plantear “un poné” particular, un quizás, un atrevimiento muy mío. ¿Qué le vamos a hacer?, servidor también tiene sus propias hipótesis, que no por descabelladas, son menos divertidas.

Verán, yo estoy convencido que no fue el hombre el que bajó del árbol, sino más bien al contrario: se subió a él y allí permanece. Bueno, no exactamente él, sino una especie de escisión, una desmembración de su propio ser. Tras largas noches de insomnio, de meditación y concienzudos estudios biológicos, de antropología, y empaparme infinidad de ensayos sobre la evolución, estoy por decir que hubo un tiempo en el que existía una civilización bastante más avanzada que ésta que vivimos. Tal eran sus conocimientos sobre la naturaleza y la vida en general, que no se limitaron a manipular tímida y torpemente los genes, el ADN y todo eso, como vienen haciendo nuestros científicos contemporáneos. ¡Qué va! Llegó un momento dado, que en el intento de crear un ser a su imagen y semejanza, pero controlado y supeditado, vino a   ocurrir un fallo en las probetas de los laboratorios. Y sus consecuencias nos esparcimos por doquier, vagando desamparados, sin control y a medio terminar.

En tan trágica diáspora de extraños y toscos cernícalos, como he dicho antes, aquellos que hemos dado en llamar simios, se quedaron definitivamente colgando de las ramas, inofensivos en su mayoría y felices en su hábitat.  Pero el peligro vino con aquellos más parecidos a sus inventores: confundidos todos entre todos, establecieron una lucha constante entre su instinto natural de autómata y el deseo de dejar de serlo.  Por lo tanto de evolución, nada: un atrevido alarde de sabiduría que se quedó en un esperpento monstruoso: lo qué somos.

Nada de lo dicho es verdad, pero bien podría serlo.

Aunque para mi, en rigor, la verdadera evolución en el género humano ha de consistir en la permanente revisión de sus leyes; la evolución radica en la mutación de sus instintos de animal en los deseos de amar y ser amado; la evolución es gravitar sobre la eterna duda de la eternidad; la evolución, es la ambición de buscar modos nuevos de organizar nuestra convivencia, nuestra libertad y nuestras limitaciones. La evolución es seguir la sabiduría de nuestros ancestros que convirtieron el fuego en hogar; la antorcha en lámpara incandescente; la rueda en carros de fuego; la tierra plana en redonda; La evolución de los que nos llamamos hijos de Dios ha de radicar en el intento, de lo que aún no ha logrado: que la espada se postre ante la Cruz. Para siempre.

Aunque haya que pisar lugares inciertos y peligrosos.

Saludos y gracias a todos.

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